Desde Perú, Ballet Mecánico estrena ‘Primera Secuencia’, un retrato decadente de los 80

Desde Lima, Fernando Pinzás ha sido una figura clave del underground electrónico limeño, primero como integrante de la banda de synthpunk Varsovia y ahora al frente de Ballet Mecánico, su proyecto en solitario. Con Primera Secuencia’, su primer álbum bajo este alias, Pinzás entrega una obra que no busca escapar del colapso, sino habitarlo. Aquí no hay fetichismo de sintetizador: hay una necesidad urgente de traducir el caos contemporáneo en pulsos, texturas y voces. Un disco que funciona como un manifiesto emocional desde las ruinas. Y sí se baila, es porque bailar también es una forma de no rendirse.

El disco, editado en vinilo por el sello peruano Buh Records, arranca con la humedad emocional de “No Cederé” que podría ser un hit de pista, pero no es complaciente. Sus líneas de bajo filosas y el fraseo punzante de Susana Fátima la sitúan más cerca del rechazo que del placer. Hay tensión en el ritmo, hay resistencia en el tono. Cuando Italoconnection remixa la pieza, lo que aflora no es una versión más “bailable”, sino una dimensión paralela: el mismo dolor con más espejos, más brillo que solo hace evidente el desgaste. La danza aquí no es evasión, es confrontación.

A lo largo del disco, otros tracks como “La ciudad de los incendios” toman protagonismo. Pero a diferencia del techno pop radiante de escaparate europeo, esta pista tiene profundidad. Con beats que golpean como maquinaria y la voz gótica de Elva Cío, Pinzás construye un relato distópico que, sin decirlo, apunta con firmeza a lo que sucede allá afuera. Cada secuencia tiene cicatrices. Las voces femeninas que habitan cada canción —sensibles, frontales, sin filtro— son el corazón vivo de este paisaje electrónico. “Fábricas del miedo”, con la intervención punk de Anabhell, es una declaración de ruptura anárquica: “El terror se siente en el aire”, dice, como quien planta una bandera en medio del asfalto.

El gran logro de Pinzás es mantener todo esto anclado a lo humano. No hay exageración: hay un lenguaje sintético que no pretende pulcritud, sino fricción. Las voces no se automatizan, no se retocan hasta desaparecer: suenan naturales, vulnerables, decididas. El pop que construye no es una fábrica de ilusiones, sino un refugio en ruinas donde cada beat recuerda que hay cuerpos intentando salir ilesos.

Primera Secuencia es un disco sobre cómo sonar pop sin entregar la rabia, la noche o el desencanto. Pinzás no devuelve los ochentas como si fueran una fiesta sin consecuencias. Lo suyo es más urgente: demuestra que ese legado sigue latiendo, pero con otra textura, otra temperatura.

El álbum está disponible en las principales plataformas de streaming:

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