Para entender la fuerza de “Crónica de una vida”, primero hay que conocer a los dos universos artísticos que chocan en ella. Un viaje al mundo de Jaxho y Macario Martínez.
A veces, para descifrar una canción, hay que mirar primero a sus arquitectos. “Crónica de una vida” es una de esas piezas; un track que se siente como la consecuencia inevitable de dos trayectorias artísticas que, aunque distintas, comparten un mismo ADN emocional. Antes de hablar de la canción, hablemos de ellos.
Desde Jáltipan de Morelos, Veracruz, emerge el proyecto de Aldair Barahona: Jaxho. Su propuesta, bautizada por él mismo como “Utopía Marina”, es un acto de arqueología musical. Toma el son jarocho, la música de su tierra, y en lugar de replicarlo, lo deconstruye. Le inyecta nuevos sonidos, atmósferas y versadas que buscan, en sus palabras, “arropar la liminalidad del ser”. La música de Jaxho habita en los espacios intermedios, en la bruma entre la tradición y la vanguardia, creando paisajes sonoros para la introspección.
Por su parte, Macario Martínez se ha posicionado como un cantautor que domina el lenguaje de las emociones universales. Su paleta sonora es amplia y rica, incorporando instrumentos y cadencias del son jarocho y los huapangos, pero filtrándolos a través de la sensibilidad del rock alternativo, el dreampop y el folk. Sus letras son postales de la vida misma: el amor y el desamor, la amistad, la nostalgia y la marca indeleble que deja el paso del tiempo. Macario crea canciones que se sienten como un recuerdo familiar.
¿Qué sucede cuando estos dos universos colisionan? El resultado es “Crónica de una vida”. Lejos de ser un encuentro forzado, es el fruto de una amistad de años. La canción es un híbrido perfecto de ambos: la base del son jarocho deconstruido de Jaxho sirve de lienzo para la vulnerabilidad nostálgica de Macario.
El tema se forjó en la honestidad más cruda. Nació de la inconformidad de Jaxho con la vida y del recuerdo de sentirse arrancado por el mar, inspirando el poderoso coro “Vida, arráncame”. Pero la canción encontró su alma definitiva cuando Macario grabó su voz, un día después de la muerte de su perro de toda la vida, “el greñas”. Su interpretación, cargada por ese duelo, transformó el tema en una catarsis real, una cicatriz hecha sonido.
Así, “Crónica de una vida” se revela no solo como una gran canción, sino como el punto exacto donde las historias personales de dos artistas se cruzan para contar una verdad universal.