¿Y si el pop retro fuera una trinchera emocional? Mauricio Campoverde y VIDAURI tienen la respuesta en “Un Largo Viaje”

En medio del ruido y la prisa, hay quienes siguen componiendo para los que se toman el tiempo de sentir. Mauricio Campoverde, ecuatoriano radicado en México, no quiere conquistar Spotify: quiere cantar con los ojos cerrados y que alguien del otro lado se quede inmóvil. Un largo viaje, su más reciente sencillo en colaboración con Vidauri, nace desde esa necesidad de desaparecer sin grandes despedidas. No hay moraleja. Solo una canción donde el recuerdo pesa más que la esperanza.

Lo primero que impacta en Un largo viaje es su franqueza. Se escucha como una carta escrita después de meses de silencio, una que no busca respuesta. Vidauri y Campoverde dialogan sin imponerse, sus voces cruzan ese puente entre el pop clásico y la melancolía. Todo está grabado con un cuidado casi artesanal: las percusiones de Allan Olivares se sienten como un suspiro, los coros de Emilia Castro le dan un contorno antiguo, y la producción de Iván Ramos le pone marco al cuadro sin intentar retocarlo.

A diferencia de muchas propuestas actuales que se disfrazan de nostalgia sin comprenderla, Mauricio la respira. Desde niño ha escuchado baladas de José José y boleros que sonaban en la sala de su casa, y eso se nota. No hace arqueología musical, hace continuidad emocional. Su álbum Campoverde es la prueba: cada canción tiene un olor, una hora del día, un viejo sofá. No hay impostación ni look vintage para la foto: hay memoria. Y esa memoria se transforma en canciones que podrían haber sonado hace cuarenta años, pero también podrían salvar un martes triste hoy.

La gira que inició en Lima y Buenos Aires lo acercó a un público que aún reconoce una voz honesta cuando la escucha. No hizo falta luces, ni autotune, ni efectos: bastó con un par de canciones y el silencio del público que supo no interrumpir. Campoverde no corre detrás del algoritmo. Sus conciertos no son trending topic, pero sí pueden cambiarle el día a alguien que pensó que ya nadie componía con el estómago.

En tiempos donde lo urgente desplaza lo importante, Un largo viaje parece detener el reloj. No para vivir en el pasado, sino para recordarnos que todavía se puede cantar al amor sin pedirle permiso a la moda. Campoverde no se quedó allá, simplemente trajo ese “allá” hasta hoy. Y ahí, entre guitarras suaves, voces cálidas y despedidas con clase, se queda esperando que alguien vuelva a creer. ¿Quién se anima?

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