El proceso creativo detrás de “Et al.” era, en teoría, un riesgo: partir de 14 sketches instrumentales inacabados de atmósfera trip-hop y entregárselos a una pléyade de artistas para su transformación. El resultado, ahora completo, es un magistral ejercicio de alquimia sonora donde Jiony se consolida no solo como productor, sino como un curator de atmósferas y un arquitecto de emociones.
Técnicamente, el disco es un estudio magistral del live looping y la producción modular. Jiony no simplemente “agregó” voces a bases preexistentes; reconfiguró cada pieza alrededor del aporte del colaborador. Se puede escuchar en “L’oiseau” con Eva de Marce, donde los clicks, los susurros y las repeticiones se pliegan alrededor de su voz como un eco estructurado, o en “Todo Lo Que No Dijimos”, donde el bajo de Freddy Thompson no es un mero acompañamiento, sino el nuevo eje rítmico y melódico de la composición.
La verdadera hazaña es la cohesión. Pese a la diversidad de voces (del francés poético al español coloquial, de la palabra hablada al canto etéreo), el álbum se escucha como un todo orgánico. Esto se logra gracias a una paleta de producción distintiva: bajos profundos y granulados, ritmos que cojean con elegancia lo-fi, un uso de espacio y reverberación que crea una intimidad cósmica, y una maestría para integrar lo acústico (un piano, una guitarra) en el tejido digital sin que suene a collage.
“Et al.” es, en resumen, una lección de producción. Demuestra que la tecnología, cuando está al servicio de una visión artística clara y generosa, puede ser el mejor puente para unir voces dispares y crear de los fragmentos algo no solo completo, sino profundamente bello y único. Un disco que recompensa tanto la escucha casual como el análisis con audífonos de alta fidelidad.
