Para muchos, la industria musical es un mundo inaccesible; para Luchy Martos, fue un llamado inevitable. Publicista de formación y creativa de vocación, Luchy ha forjado una carrera sólida que la ha llevado a trabajar con artistas emergentes y consagrados por igual. Pero hay un momento que ella misma describe como el más emotivo y decisivo de su vida profesional: cuando Café Tacvba tocó a su puerta.
“Yo ya tengo 42 años, soy un poco oldie para ustedes”, comenta entre risas. “Crecí viendo MTV Latino. Ver a los VJs, los videos, me explotó la cabeza. No sabía cómo, pero quería estar ahí, detrás de todo ese desarrollo creativo”.
Ese deseo inicial la llevó a estudiar publicidad y colarse en la industria desde la trinchera más cercana que encontró. Su primer trabajo en música fue con Cassette, la primera discográfica independiente de México. Ahí, como parte del proceso de contratación, le pidieron hacer un plan de marketing para Café Tacvba, su banda favorita. No se concretó. Luego, en su paso por Believe, volvió a armar un plan para ellos. Tampoco sucedió.
Pero la tercera fue la vencida.
“Con mi propia agencia, The Hits Agency, un amigo me llama un día corriendo y me dice: ‘¿Qué haces a las 4 de la tarde? Suspende todo. El manager de Café Tacvba quiere hablar contigo’. Yo no lo podía creer”.
La llamada era real. Café Tacvba estaba por regresar tras siete años de silencio discográfico, y querían trabajar con ella. “Fue un momento muy emocional. Nos llamaron porque ya conocían nuestro trabajo. Fue como: wow, ese trabajo hormiguita, esa energía en movimiento, dio frutos”.
Luchy confiesa que incluso sintieron pudor al cobrar por la campaña:
“Hasta nos daba vergüenza cobrarles… por supuesto cobramos lo que siempre, pero era como decir: ‘¡trabajamos con Café Tacvba!’”.
El resultado fue exitoso: una estrategia integral para el primer sencillo postpandemia de la banda, con todo el cuidado que implica tratar con una agrupación icónica y de larga trayectoria. “Fue un best practice para nosotros. Y hoy somos parte de su equipo”, cuenta con orgullo.
Pero no solo los grandes nombres la motivan. Al hablar de los nuevos talentos, es contundente:
“Muchas veces nos llegan chicos que quieren ser artistas, y lo primero que veo es si tienen un universo propio. Puedes aprender a tocar mejor, a escribir, pero si no tienes algo que decir, no hay mucho que podamos hacer”.
Para Luchy, ese “universo” es lo que marca la diferencia: una historia, un lenguaje propio, una identidad. Y esa visión le ha permitido descubrir y desarrollar proyectos como el de Bándalos Chinos, a quienes conoció gracias a Adán Jodorowsky.
“Adán estaba produciendo su disco en Sonic Ranch y me dijo: ‘Luchy, tienes que escuchar esto’. Era Vámonos de viaje… lo escuché y me voló la cabeza. Hoy tiene más de 79 millones de reproducciones. Fue un parteaguas”.
Entre anécdotas personales, intuición creativa y mucha pasión por la música, Luchy Martos demuestra que el camino a veces es largo, pero cuando se camina con propósito, cada vuelta de la vida puede cerrar con un aplauso.