Uyuni al servicio de una visión: Carlos Compson y su nuevo videoclip “Sedimento”

El rock —el verdadero— siempre se ha sostenido sobre gente que hace las cosas aunque nadie se las haya pedido. Carlos Compson no necesita aprobación, ni plata sobrante, ni equipos de producción con nombres rimbombantes para llevar sus canciones a donde tienen que ir. Desde hace más de una década lo viene demostrando: escribe, produce, graba todos los instrumentos, organiza sus shows en Perú y fuera de él, y ahora lanza un videoclip que parece filmado con el presupuesto de una película indie… pero sin pedirle permiso a nadie. Sedimento no es un lujo ni un premio: es la extensión natural de una ética que entiende el arte como trabajo sostenido, obsesivo y personal.

Este nuevo videoclip, que ya puede verse en YouTube, fue rodado en el Salar de Uyuni, Bolivia. Pero más allá de la potencia visual de ese lugar (que es mucha), lo que importa aquí es lo que hay detrás de la cámara: una convicción. El clip no cae en postales ni paisajismo turístico. Hay algo más crudo, más solitario, más trabajado. La dirección de David Macedo logra lo que pocos logran con locaciones así: que el paisaje no se trague al personaje, sino que lo acompañe, lo encierre, lo interrogue. Lo que vemos no es una postal, es una búsqueda. Y eso solo puede lograrse si el artista está realmente comprometido con cada etapa de lo que entrega.

La canción —una de las más impactantes de Espuria, su álbum de 2023— es oscura, contenida, desgarrada en el fondo. No grita, pero cala. Compson no le tiene miedo al silencio ni a la repetición: deja que la música respire y que la letra haga lo suyo sin apurarse. La estética musical conecta con Joy Division, The Sound, y ese linaje donde las emociones se arrastran con dignidad. Lo curioso es que ese tipo de sonido —tan europeo, tan gris— funcione tan bien con la brutalidad solar del altiplano boliviano. Ahí aparece el hallazgo: no es solo una canción, no es solo un videoclip. Es la forma en que ambos elementos conversan y se profundizan.

Quienes lo conocen saben que esto no es nuevo en Compson. Su carrera entera está armada con paciencia, ferocidad y claridad. No hay manager, ni disquera multinacional, ni maquinaria detrás. Solo él. Y en tiempos donde el streaming exige rapidez, números y algoritmos, artistas como Carlos Compson parecen ir en la dirección contraria: lenta, consistente, fiel a sí misma. Ese tipo de camino no da hits inmediatos, pero sí construye algo que permanece.

Ver Sedimento es como asomarse a la forma más honesta de construir arte hoy: sin apuros, sin adornos, sin miedo a la sombra. Pero también sin miedo al trabajo. Porque si algo queda claro con cada nueva entrega de Compson es que, para él, hacer música no es una pose: es una forma de estar en el mundo. Aunque lo haga solo. O quizá por eso mismo.

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