Desde Ayacucho, una ciudad enclavada en los Andes peruanos donde el silencio a veces pesa tanto como la historia, Brageiki ha venido construyendo una voz instrumental que se aparta de lo complaciente. Su lenguaje nace del charango, pero se expande sin ataduras. En lugar de repetir fórmulas, el músico se adentra en la posibilidad de mutar. Estira las formas, mezcla paisajes sonoros y convierte la migración en estética. Precisamente, nuevo álbum ‘Pawanayki’, refleja esa búsqueda íntima, en la que moverse equivale a existir, y cada desplazamiento sonoro deja una estela emocional.
Grabado en Huamanga y editado por el sello Urpicha Records, el disco explora la pulsión de estar vivo a través del tránsito. Las melodías surgen como caminantes sin destino fijo. Se cruzan con texturas electrónicas, se afinan con viento o con piedras, se reconfiguran a sí mismas mientras avanzan. El charango —construido especialmente por Vladimiro Sánchez Cutti— respira, vibra, trepa, se arrastra. La producción de Joaquín Bock captura esa vitalidad en plena expansión. Cada tema se deja transformar por su propio movimiento, como si estuviera habitado por una memoria en fuga.
En su centro late una inquietud que recorre los diez temas, una energía que se parece al acto de migrar. Impulso por dejar atrás lo conocido, incluso cuando el destino aún no se define. El movimiento no aparece como ornamento ni gesto superficial. Se impone desde lo interno, con la urgencia de quien ya no soporta quedarse inmóvil. Algunas composiciones se expanden hacia lo atmosférico. Otras reptan como pensamiento incierto. Todas surgen desde un espacio emocional donde el cuerpo vibra con cada desplazamiento.
En este trabajo el oyente se convierte en cómplice de ese viaje sin brújula. Lo que resuena va más allá del sonido y se manifiesta como transformación constante. Pawanayki avanza sin mirar atrás. Habla con la voz de quienes entienden que cambiar también es afirmarse en la vida.
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