Rock alternativo con músculo, cerebro y emoción
En su quinto álbum de estudio, BETA alcanza un punto de madurez que pocas bandas latinoamericanas logran con tanta claridad. A La Mitad —grabado en vivo en el mítico Sonic Ranch junto al productor Milo Froideval— es un disco que captura a la banda de Cholula/CDMX en un momento decisivo: una intersección entre la introspección personal y la ambición musical. Este trabajo no solo reafirma la identidad del grupo; la expande.
BETA siempre ha destacado por su capacidad para combinar el poder del rock con melodías memorables. Pero en A La Mitad, ese equilibrio llega a su punto más fino. Los riffs y líneas de bajo compuestos por Álvaro Contreras y Arturo González no buscan exhibicionismo técnico: son precisos, elegantes, y funcionan como columnas vertebrales en temas que respiran tensión y dinamismo. La voz de Blas Cernicchiaro sigue siendo un arma infinita —capaz de pasar de la vulnerabilidad al fuego sin perder control— mientras que Julián André confirma por qué es una de las presencias rítmicas más prometedoras del rock mexicano. Su batería no solo acompaña: dirige, impulsa, cincela.
El sonido general del disco es el de una banda que decidió no esconder sus virtudes. Es alternativo, sí, pero también accesible; sofisticado sin dejar de ser contundente; emocional sin caer en el melodrama. Eso, en el rock latino actual, es un acto de equilibrio difícil de lograr.
Un paso firme hacia escenarios mayores
El lanzamiento llega tras una gira por Colombia, donde la banda tocó en dos festivales de talla importante, y con la vista puesta en su próxima presentación en el Vive Latino 2026. A La Mitad parece diseñado para vivir en vivo: es un álbum que respira, que se ensancha, que pide ser gritado por una multitud.

Un nuevo punto alto para el rock mexicano
En un panorama donde el rock latinoamericano busca constantemente reinventarse, BETA entrega un trabajo que no depende de modas ni algoritmos: depende de la química de una banda en plena forma. A La Mitad no pretende salvar al rock, pero sí recuerda por qué sigue siendo un lenguaje emocional poderoso cuando está en manos de músicos honestos, talentosos y obsesionados con la canción perfecta.