Ya está aquí “La Vida Fluyendo”, el cuarto single de adelanto del nuevo disco de La Habitación Roja, que promete ser uno de los mejores trabajos de su carrera y que se publicará después del verano.
Tras “Svalbard”, “Los Seres Queridos” y “El Duelo”, el nuevo sencillo de La Habitación Roja es una obra que encapsula momentos de serenidad y plenitud, una oda a la belleza y la esperanza que siempre se puede encontrar en la rutina más cotidiana. La Vida Fluyendo se grabó en los estudios Ultramarinos Costa Brava de Sant Feliu de Guíxols. Producida por Santi García y masterizada por Víctor García, cuenta con la colaboración a los coros de Ramón Rodríguez (The New Raemon), y el vibráfono de Marc Clos.
En palabras de Jorge : En agosto de 2023, unas semanas antes de irnos a Sant Feliu de Guíxols para realizar una sesión de grabación en Ultramarinos Costa Brava con Santi García, todavía no teníamos claras las canciones que íbamos a grabar. Finiquité las letras y las melodías de La Vida Fluyendo en Molde (Noruega), poco antes de emprender mi viaje a España. Las melodías, prístinas, llegaron primero, como una revelación, en la cabaña de mis suegros, pero necesitaba una letra que sublimara las mismas. Habían ingresado a mi suegro en una residencia tres meses antes y solíamos visitarlo casi a diario. Cada visita me removía por dentro y me dejaba un poso lleno de contradicciones. Los que me conocen o me siguen en redes sociales saben de mi devoción por mi suegro. He hablado muchas de veces de él y siempre admiré su bondad. Hace poco le escuché decir al periodista Fernando Navarro a propósito de “Algo que sirva como luz”, el libro en el que cuenta la historia de Supersubmarina, que su madre solía decirle a menudo: “acércate siempre a la bondad”. Me conmovieron esas palabras y no pude sino pensar en, Sigbjørn, mi suegro. Para mí él era todo lo que la bondad significa y siempre disfrutaba de su cercanía. La última vez que tuvimos la oportunidad de sentarlo en una silla de ruedas y sacarlo a pasear en el jardín de la residencia, tuve una especie de revelación. No sabíamos que esa sería la última vez antes de su fallecimiento, pero aquel exuberante día de verano todo a nuestro alrededor refulgía con fuerza. Era como si la vida fluyera ante nosotros y la naturaleza, en una especie de arreón final, se nos mostrara en toda su brillantez desbordando los sentidos, agudizados en ese preciso instante de una manera que si cierro los ojos todavía hoy puedo apreciar. Me fascinaron los colores del cielo, la hierba en todo su esplendor, el verde rabioso de las hojas de los árboles, el trino balsámico de los pájaros, los insectos danzando de flor en flor, la armonía con la que Ingrid interactuaba con su padre. Había unos arbustos de grosella que recolectamos y dimos a probar las bayas a mi suegro y una explosión de dulce y ácido sabor se apoderó de nuestras papilas gustativas.
Me tumbé en un banco a contemplar la vida fluyendo y observando a dos de mis seres más queridos a mi lado, pensé en que no me hacía falta nada más, que ahí a mi alcance, columpiándose ante mis ojos, estaba la felicidad, serena y plena. Escribí la letra de la canción imaginándome a Sigbjørn diciéndonos desde su ocaso que debíamos aprovechar y apreciar cada momento único que la vida nos brinda, como el que estábamos contemplando ante nuestros ojos. Pienso de manera recurrente en la dignidad de la gente buena que pasa por este mundo discreta, respetando a la naturaleza y al prójimo y siento su abrazo puro y redentor. Entonces me doy cuenta de que si miro a mi alrededor siempre hay una brizna de belleza y esperanza que me inspira para seguir adelante. Por cierto: el día que grabamos la canción recibimos la visita de Ramón Rodríguez (The New Raemon) y Paula Bonet. Comimos junto a ellos frente al resplandeciente Mediterráneo que baña Sant Feliu de Guíxols y tras la comida, en un chiringuito frente al mar, hicimos una inolvidable tertulia que desembocó en el estudio de grabación finiquitando . Tras la sesión de estudio pasamos por Juanita Banana, una coctelería ancestral y de aspecto casi clandestino, para celebrar la amistad y elevamos más si cabe el espíritu, como ese doble estribillo de una canción que huele a clásico de La Habitación Roja por los cuatro costados.
La letra es la invitación que una persona, en el ocaso de su vida, nos hace pararnos a reflexionar y a observar, por encima de lo que nos aflige, en toda la belleza que a diario nos rodea y de la que a menudo no somos conscientes, alentandonos a vivir plenamente cada momento como único. La canción no tiene uno, sino dos estribillos, y esa es una de las virtudes de este nuevo sencillo, que cuando crees que el estribillo va a terminar, empieza otro más emotivo si cabe, que eleva la canción a la altura de los mejores clásicos de La Habitación Roja.